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CAPÍTULO 17

 

SEXO COMERCIALIZADO

 


 

LA PORNOGRAFÍA

 

Las raíces griegas de la palabra “pornografía” se refieren a “descritos de las prostitutas” y es una de las áreas de la sexualidad humana que está llena de controversias hoy día. La pornografía se puede definir como material sexual que, para algunas personas, es negativo. Muchas personas confunden obscenidad con pornografía. Algo pornográfico es obsceno cuando la sociedad, formalmente, lo juzga ofensivo, y casi siempre el juicio incluye leyes formales que prohíben esos materiales. Sin embargo, los tribunales en los Estados Unidos han diluido el poder de la sociedad de prohibir la pornografía en general. El mero hecho de ser material sexualmente orientado no puede ser la base de la prohibición legal.

A nivel federal, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos en el caso de Miller v. California (1973) rindió una definición de las características que material prohibido tiene que tener. Estas características son:

Una persona “promedio”, aplicando estándares contemporarios de la comunidad, encuentra que:

1. El tema dominante está dirigido al apetito sexual lascivo.

2. El material demuestra, de manera ofensiva, conducta sexual que está específicamente prohibida por ley.

3. El material completo carece de valor artístico, literario, político o social.

Como consecuencia de tal decisión, material sexual que no demuestre claramente estos tres requisitos, no puede ser prohibido debido a que estaría protegido por  la primera enmienda constitucional que protege la “libre expresión”. Aunque los dos primeros requisitos son fáciles de comprobar, el último hace casi imposible que material sexual pueda ser declarado “obsceno”. El tema principal descansa sobre si el Estado puede prohibir que las personas se expongan a material que ellos/ellas quieren ver (censura oficial). Las agencias que velan por las libertades civiles del pueblo han señalado el peligro inherente en darle al Estado el poder de censurar cualquier material. La democracia aplica igual a material desagradable que a material agradable, y precisamente la democracia se comprueba cuando se le da la misma libertad de expresión a lo desagradable.

Otro asunto muy importante es que la decisión de que si un material es erótica,  pornografía u  obscenidad es muy subjetiva. Diferentes personas reaccionan de diferentes maneras al mismo material sexual explícito. Usualmente las personas tienden a pensar que material sexual que les desagrada es obsceno, mientras que el material sexual que es de su agrado es simplemente erótica. Las reacciones personales pueden variar entre disfrute hasta asco y según la gente cree, la exposición a material pornográfico puede producir educación, entretenimiento, placer, agresión y violencia, y caos a nivel moral en la sociedad.

Varias otras clasificaciones del material sexualmente orientado existen. Material erótico que no contiene actos sexuales explícitos y no enseña los genitales se le llama “erótica suave” (“soft core”) mientras que ese material que sí tiene actos sexuales explícitos o los órganos sexuales de un hombre o mujer se llama “erótica dura” (“hard core”). La época moderna ha visto una proliferación de erótica suave en los Estados Unidos, en Puerto Rico y en muchas otras partes del mundo. Este tipo de erótica es tipificada por revistas tales como Playboy, Playgirl y Penthouse. También, a nivel social se ha visto el crecimiento de entretenimiento por bailarines y bailarinas eróticas en nightclubs, discotecas y barras. En algunos locales éstos/éstas bailan semi-desnudos y hasta desnudos/desnudas por completo.

La música moderna, el arte, la literatura y la cultura popular también han visto un aumento en la presencia de material erótico. Desde programas de charla (“talk shows”) hasta los mismos concursos de belleza, se puede notar el énfasis en lo sexual que abunda hoy día. Los mismos anuncios de productos, en todos los medios de comunicación, hacen uso de material sexual o “erótica suave” para vender productos.

Mucho de lo que se ve en material claramente pornográfico también se puede ver, en forma más diluida, en los medios de comunicaciones públicos. La pornografía “dura” que se vende en tiendas especiales tiende a ser de uno de los cuatro siguientes temas: actividad sexual diversa, altos niveles de deseo y energía sexual, el placer propio como la meta de toda actividad sexual y la fácil disponibilidad de parejas para un encuentro sexual. Una explicación de por qué estos temas abundan es que la pornografía, hasta hace poco, era producida  para el consumo de los hombres. Hoy día, la liberalización sexual de la mujer ha causado que éstas también se interesen y compren material erótico, y, por lo tanto, temas como encuentros sexuales románticos han proliferados en el mercado (Quackenbush, Strassbert & Turner, 1995). De hecho, estudios han indicado que mujeres que se les da a evaluar subjetivamente material pornográfico tienden a evaluar más positivo esos que contienen temas románticos en conjunto con la pornografía explícita. Otro tema recurrente en la pornografía es la presencia de dos mujeres, que usualmente se envuelven entre sí en actos eróticos, y un hombre. Rara vez se ve pornografía que envuelva a dos hombres con una mujer.

La mayoría de las investigaciones que se han hecho en esta área ha sido enfocada en el material  pornográfico dirigido a consumidores hombres, blancos y heterosexuales. Muy poco se sabe de pornografía dirigida a grupos étnicos, homosexuales y de otras razas.

La Comisión de la Casa Blanca (1970)

El Presidente Nixon, en el 1970, nombró una Comisión de ilustres científicos sociales con el propósito de estudiar los efectos causados por la exposición a material pornográfico. La Comisión, después de estudiar numerosas investigaciones psicológicas sobre los efectos de la pornografía, llegó a la conclusión de que la pornografía  (ambas “suave” y “dura”) no tenía una relación causativa con conducta antisocial. La Comisión recomendó que las leyes prohibiendo la “obscenidad” sean eliminadas (con la excepción de leyes que regulaban la disponibilidad de material pornográfico a menores de edad). El Presidente Nixon rechazó los hallazgos de la Comisión y el Senado de los Estados Unidos también rechazó los hallazgos.

La Comisión de Meese

Más adelante, el Presidente Reagan nombró una segunda Comisión, la cual fue presidida por Edwin Meese, Fiscal General de los Estados Unidos. Los datos que esta segunda Comisión miró consistieron en su gran mayoría de “observaciones” subjetivas de policías, fiscales, y hasta de criminales sexuales. Además, los miembros de esta Comisión no eran científicos sociales sino personas conservadoras con afiliaciones políticas. De hecho, la crítica principal que fue hecha contra esta Comisión es que excluyó, a propósito, a científicos sociales. Los hallazgos de la Comisión de Meese indicaron que la pornografía tenía relaciones causales a los crímenes sexuales en la sociedad y la recomendación fue que se emitieran penalidades fuertes a las personas que producían y consumían la pornografía. La administración conservadora del Presidente Reagan aplaudió y aceptó los hallazgos de la Comisión de Meese, aún cuando la gran mayoría de los científicos sociales ilustres en los Estados Unidos señalaron lo inapropiado de la metodología usada por la Comisión.

Estudios Sobre los Efectos de la Pornografía

Unas series de estudios correlacionales fueron conducidos entre finales de los 1970s y finales de los 1980s. Algunos estudios indicaron una correlación entre la circulación de material pornográfico y la tasa de violaciones mientras que otros no encontraron tal correlación. La investigación de Kutchinsky en el 1973 fue especialmente interesante porque se basó en la experiencia de Dinamarca siguiendo la legalización de la pornografía a finales de los 1960s. Según este estudio, la tasa de crímenes sexuales, especialmente esos dirigidos hacia las mujeres, se redujo siguiendo a la decriminalización de la pornografía. Datos subsecuentes indican que el número de violaciones actualmente aumentó en Dinamarca, sin embargo, la explicación está en el aumento de mujeres que están más dispuestas a querellar al asaltante.

Investigaciones por Baron y Straus (1984) y por Scott y Schwalm (1988) compararon la circulación de material pornográfico por área geográfica (Baron y Straus) y estado por estado (Scout y Schwalm) de los Estados Unidos. Los hallazgos de ambos estudios indicaron que sí había una correlación entre la circulación de material pornográfico y las violaciones de mujeres. Sin embargo, un estudio más adelante, Baron (1990) encontró que la circulación de material pornográfico se correlacionaba con actitudes egalitarias hacia la mujer. Gentry, en el 1991, encuentra hallazgos similares. Los informes de Baron y  de Gentry  tienden a indicar efectos positivos de la disponibilidad de la pornografía a un nivel “macro” en la sociedad, poniéndose en cuestión si los hombres que miran la pornografía son los mismos hombres que cometen los crímenes contra las mujeres (Davies, 1997).

Estudios Contemporáneos Sobre los Efectos de la Pornografía

El final de la década de los 1990s deslumbró varios estudios sobre los efectos de la pornografía. Fuller (1996), en su disertación doctoral, reportó que una comparación de dos grupos de mujeres (uno que indicó que sus esposos usaban pornografía desde varias veces al año a semanalmente otro grupo que indicó que sus esposos rara vez usaban pornografía) indicó que los grupos no diferían en términos de la satisfacción marital general y el grado de satisfacción con la interacción con sus esposos. Fuller llegó a la conclusión de que la exposición a la pornografía no tenía efectos en estas dos variables, aunque ella misma señaló varios problemas metodológicos (tamaño de la muestra y las definiciones operacionales de las variables estudiadas) en el estudio que ponían en duda los hallazgos.

Donnerstein y Malamuth en el 1997 publicaron una revisión de la literatura científica sobre los efectos de la pornografía violenta v. no violenta. Según estos investigadores, la literatura indica que la exposición a pornografía violenta, en hombres, se relaciona a aumentar la probabilidad de que se evidencie conducta agresiva contra mujeres. Donnerstein y Malamuth concluyen que la exposición a la pornografía violenta causa un cambio de actitud en estos hombres (interpretan como menos negativo la agresión hacia la mujer), y que ese cambio de actitud es la variable que facilita el ser más agresivo hacia las mujeres.

Stock, en el 1997, publicó otra revisión en el área del impacto que la pornografía tiene en hombres de diferentes edades. Según Stock, el rol de género masculino es impulsado por “poder” y que este tipo de impulso es vinculado estrechamente a conductas sexuales no-relacionales. Este hecho es explotado por la industria de la pornografía para hacer más “atractivo” su producto hacia los hombres. El resultado es que para los hombres consumidores de pornografía, las mujeres se vuelven objetos de la expresión de  “poder” masculino en vez de compañeras en una relación sexual.

Davies, también en el 1997 estudió el efecto de la pornografía en las actitudes que los hombres tenían sobre el la enmienda de iguales derechos a las mujeres, la violación de mujeres por sus esposos y los castigos para las violaciones de cita. La investigadora comparó las varias actitudes contra el récord de videos de pornografía rentados en una tienda de videos de una ciudad grande en los Estados Unidos. Los resultados de la investigación indicaron que no había correlación entre las varias actitudes de los hombres que rentaban videos con el número de videos que rentaban.

Por el otro lado, Diana Russell (1998) vincula el mirar pornografía a la predisposición de violar a mujeres y al mismo tiempo, reduce las inhibiciones internas que él tenga. Además, el mirar pornografía especialmente violenta y degradante a las mujeres, reduce las inhibiciones sociales existentes sobre la violación de mujeres. Sin embargo, es importante señalar que Russell presenta una teoría, o modelo, de lo que ella interpreta está pasando, y no una conclusión basada en observaciones empíricas.

Aparenta ser demasiado simplista asumir que la mera exposición a material pornográfico, así sea erótica suave o material degradante, causa que hombres comunes y corrientes estén más dispuestos a cometer crímenes sexuales contra mujeres. En términos de facilitación de crímenes contra las mujeres, las actitudes hacia la mujer que prevalecen en una sociedad en particular tienen un mayor peso en determinar cómo son tratadas las mujeres en esa sociedad. En una sociedad machista donde la mujer es vista como la propiedad de un hombre e interpretada en términos de cómo ella sirve para satisfacer las necesidades del hombre, la mujer está mucho más en peligro de ser víctima del atropello de algún hombre que en una sociedad donde meramente, la pornografía es ampliamente circulada. Como ejemplo de esto es la gran disponibilidad de material pornográfico violento en el Japón, mientras que las tasas de crímenes contra las mujeres son bien bajas en comparación a otros países industrializados.

LA PROSTITUCIÓN

La prostitución se refiere a la compra y venta de actividad sexual. En los Estados Unidos y Puerto Rico, la prostitución es ilegal en casi todas las municipalidades. Sin embargo, en otros países es legal y el Estado regula la actividad de “los/las trabajadores/trabajadoras del sexo” para reducir los problemas de enfermedades de transmisión sexual. Aún donde prohibido, cuán prevalente es la actividad de prostitución depende de si esa sociedad en particular la condona, la ignora o la repudia. La prostitución es practicada lo mismo por mujeres que por hombres.

Se ha argumentado que la prostitución constituye un “crimen sin víctima” pues la prostituta vende su cuerpo voluntariamente a un hombre que, también, voluntariamente lo compra. Sin embargo, también se ha argumentado que la persona que se prostituye no lo hace por sencillamente ejercer su volición propia sino para poder mantenerse. En muchos casos, la persona que se prostituye tiene que participar en actos que no son de su agrado, así sea porque su proxeneta (“pimp”) la fuerza a hacerlo o porque las condiciones de su vida la fuerzan a hacerlo. Sea el proxeneta o las condiciones de sus vidas, queda el hecho de que la prostitución pudiera ser otra manera más en que las mujeres son victimizadas por los hombres. La sociedad misma más castiga a la mujer que solicita dinero por sexo que al cliente (hombre) que solicita sexo por dinero.

En el área de Portland, Oregon, un programa nuevo se creó para orientar a los hombres clientes de prostitutas sobre los efectos explotativos de la prostitución. Hombres que han sido aprehendidos en el acto de solicitar sexo de prostitutas tienen que cumplir con un taller de 17 horas que los sensitiza a lo que verdaderamente es la prostitución (según el punto de vista de la ciudad), lo cual es la explotación de la mujer.

El pagarle a la prostituta constituye una manera de “callarla” en términos de conductas que si se vieran en otro entorno, sería conducta abusiva ilegal. Este programa también está dirigido a reeducar a la mujer que se encuentran en la prostitución y darle las herramientas para que pueda cambiar a otro tipo de vida que no sea degradante. Activistas feministas han sido instrumentales en crear movimientos a niveles estatales que siguen este ejemplo.

Sin embargo, se debe notar que lo anterior no es necesariamente aplicable a todo tipo de prostitución. Mayormente, el tipo de prostitución al cual se refieren estos programas es a la prostitución de la calle (“street walkers” o “hookers”). Otros tipos de prostitución, especialmente las “call girls”  puede que no sean tan “explotativos” como indicado aquí.

Tipos

Los diferentes tipos de prostitución se relacionan a las diferentes maneras de obtener clientes, o local dónde la persona ejerce su oficio. La prostituta de calle (“street walker” o “hooker”) es esa que se para en ciertas esquinas o en ciertas rutas específicas en poses llamativas para así atraer la atención de potenciales clientes. Esta es la forma más común de la prostitución y puede ser practicado por hombres tanto como por mujeres. En muchas localidades, áreas específicas son reconocidas como áreas de prostitución y los clientes potenciales guían sus carros por estas áreas en búsqueda de alguien que le agrade. Este tipo de prostitución es el menos costoso al cliente y es también uno de alto riesgo para ambos, ya que la prostituta (o prostituto) puede ser asaltada/o y hasta violada/o por el cliente. Por el otro lado, el/la prostituto/a puede, en conjunto con un ayudante, asaltar y robar al cliente. Otro riesgo que tienen los/las trabajadores de la calle es los mismos agentes de la policía, los cuales pudieran chantajear, abusar y hasta violar a los/las prostitutos/as de la calle.

Otro problema con la prostitución en la calle es la higiene. Como esta actividad no es regulada, la higiene y la salud del/de la trabajador del sexo de la calle es desconocida y estas personas pudieran ser fuentes de alto riesgo de enfermedades de transmisión sexual. Las prostitutas de calle también tienden a depender de un proxeneta (“pimp”) que les ayuda a procurar clientes y quien se ocupa de sacarlas de las cárceles si son arrestadas. Estos proxenetas también regula el tráfico de la prostitución en las áreas específicas del pueblo y tienden a exigir un por ciento alto de las ganancias de la prostituta.

La prostituta/el prostituto de barra es esa persona que frecuenta una barra o discoteca en particular, usualmente con el conocimiento y permiso del dueño. La barra se vuelve el entorno dónde la prostituta puede conocer a su cliente potencial y hacer los arreglos económicos pertinentes. Mientras más alta es la clase económica de los patrones de esa barra, mejor es el rendimiento económico para la prostituta o el prostituto. Este tipo de prostitución permite más intercambio social y como el/la trabajador del sexo es conocido al dueño, es menos arriesgado que la prostitución en la calle. Sin embargo, los problemas relacionados a la higiene y a las enfermedades de transmisión sexual continúan siendo de alto riesgo.

Otro tipo de prostitución es practicado por los “call girls” (o “gigolos” si hombres). Estos trabajadores del sexo mantienen sus propios apartamentos de clase socio-económica alta dónde ejercen su ocupación y son, mayormente, personas elegantes y finas. Los/las clientes son obtenidos a través de contactos con hoteles en el área, particularmente esos hoteles caros donde se hospedan  hombres o mujeres, viajantes de negocios, o asistiendo a convenciones locales. Los clientes, si están interesados, pueden obtener el número de teléfono de el/de la trabajador/trabajadora del sexo a través de algún contacto en el hotel y así concertar una cita. La persona interesada pudiera contratar al “call girl” o “gigolo” para pasar la noche, el fin de semana o un tiempo más extendido. El costo de estos trabajadores del sexo es el más alto y pudiera ascender a cientos de dólares por una noche. Este tipo de prostitución conlleva mucho menos riesgos al cliente y estas personas están más educadas y pueden verse bien en sitios públicos con sus clientes. Los salarios altos que ganan permiten que gasten dinero en cuidar su salud y por ende, tienen menos riesgos de enfermedades.

Otros tipos modernos de prostitución han surgido en las últimas décadas. Uno de ellos es muy parecido a los “call girls”, excepto que se llaman “servicios de escolta” (“escort service”). Básicamente, el/la cliente llama a una agencia que casi siempre está listada bajo “servicios de escolta” y concerta una cita. El/la cliente escoge entre las posibilidades en el catálogo de la agencia y hace los arreglos pertinentes. La agencia solamente se responsabiliza por hacer el arreglo para el propósito no sexual de la cita (ejemplo, asistir a una gala). Arreglos sexuales se harían después, directamente con la persona contratada.

Otra forma de prostitución también se puede ver muchos salones de masajes (“massage parlors”) donde el cliente puede arreglar para que el masaje incluya actividad sexual (casi siempre “masturbación”). El salón de masaje solamente hace los arreglos para masajes y el cliente hace los arreglos para el aspecto sexual directamente con su masajista. A estas personas se les conoce como “prostitutas de manos” (“hand whores”).

En sitios donde la prostitución es legal,  otro tipo de trabajador del sexo se puede notar y éstos/éstas son los trabajadores de borduelos. Los borduelos son casas (hoteles) que se dedican a la prostitución y los clientes escogen, entre las personas disponibles, con quien quieren pasar el tiempo que van a comprar. En estos locales el intercambio sexual es lo que se comercia. Las regulaciones estatales que existen requieren un monitoreo de la salud de los/las trabajadores del sexo en estos sitios. Además, el estado mantienen ciertas reglas de higiene (por ejemplo, uso obligatorio de condones) que velan por la salud de los/las trabajadores y por la de los clientes.

Factores Envueltos en Escoger la Prostitución Como Estilo de Vida

Varias investigaciones han tratado de determinar las variables que causan que una persona se envuelva en la prostitución como estilo de vida. Un estudio por Russell, en el 1998, indicó que experiencias en el pasado envolviendo el incesto y abuso sexual cuando menor jugaba un rol importante. La variable mediadora aparentaba ser la reducción del auto-estima que la persona víctima de abuso sexual en la niñez experimenta y como la situación afecta su percibida auto-valía.

Otro estudio por Unger, Newman, Montgomery, Kipke y Albornonz en el 1998 encontró una relación entre experiencias tempranas en la vida  (durante la adolescencia) de vivir en la calle, usar y vender drogas, vivir del robo y del asalto y la prostitución. Según estos investigadores, este tipo de experiencias tempranas en la adolescencia crean los cimientos de una vida futura en la prostitución. Nadon, Koverola y Schludermann, en el 1998 encontraron una relación entre el fugarse de un hogar abusivo e intolerante y la prostitución.

Potterat, Rothenberg, Muth, Darrow, and Phillips-Plummber, en el 1998 compararon a dos grupos de mujeres. Ambos grupos vinieron de clientes que habían visitado una clínica de enfermedades de transmisión sexual en el estado de Colorado. Un grupo eran mujeres que, subsecuentemente habían sido arrestadas por prostitución y el grupo de comparación fueron mujeres que no habían sido arrestadas por prostitución. Los investigadores encontraron que el 86% de las mujeres arrestadas por prostitución habían usado drogas, en comparación al grupo no arrestado, los cuales sólo el 23% reportaron haber usado drogas. Además, encontraron que el 32% de las que fueron arrestadas por prostitución habían experimentado sexo no consensual en la adolescencia mientras que sólo el 13% de las no arrestadas reportaban sexo no consensual en la adolescencia. También fue notado que más del grupo arrestado por prostitución habían usado drogas antes de envolverse en la prostitución que el grupo control. Según los autores de la investigación, los datos sugieren que ser abusado sexualmente y el uso de drogas son factores importantes, aunque no determinantes, en el camino hacia la prostitución y que los factores psicológicos se envuelven en producir los “guiones” (scripts) relacionando a estar en la prostitución.

Se debe notar que todos los estudios reportados solamente indican un vínculo correlacional entre la prostitución y el abuso sexual, uso de drogas y vivir en la calle y que eso no implica necesariamente causa y efecto.